La memoria se sumerge casi definitivamente. Los sueños de huídas y las tentaciones de evasión se multiplican de manera peligrosa y se impone una decisión: llevarlo a una "casa de salud". Es un hombre lúcido todavía con frecuencia.
Antes de ir a enterrarse a esa tumba para gente viva va, por última vez, tal como solía hacer, a llevar al Carmelo un paquete de pescado para la comunidad. Pero él no tiene valor para entrar. Deja el paquete a la hermana del torno, incapaz de aceptar la crucifixión de ver a sus tres hijas carmelas por última vez.
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Teresa y sus hermanas están al corriente de todo desde el fondo de su claustro, sufriendo la agonía moral correspondiente a esta enfermedad de su padre.
Durante tres años, el señor Martín permanecerá internado, atravesando períodos de oscuridad y lucidez. Por desgracia, dandose cuenta de su decadencia.
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