Por encima de todos estos recuerdos, serena, dulce y grave, planea la evocación del padre, del anciano rey querido. Ella es un consuelo para él. Le habla con tono serio, como a una persona mayor. Ella lo escucha maravillada; desearía que fuese rey de Francia. Pero lo piensa mejor... "serías desgraciado, pues ese es el destino de todos los reyes. Y además, ya no serías mi rey para mí sola. Prefiero que no te conozcan". Sabia conclusión.
Cuando están en el jardín, un día está subido en una escalera y le dice: -"Apártate reina mía, porque si me caigo te aplastaré".
El corazón de la niña da un brinco. ¡Caerse él, morir!...
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Teresa se pega a la escalera: -"al menos, si muere, moriré con él".
Entre esos dos seres existe una compenetración de almas que Teresa, a propósito de su padre, experimentará una de las mayores sacudidas síquicas de toda su vida.
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