miércoles

A mis hermanitos del cielo

«El que sea pequeñito
que venga a mí» (Proverbios)

Venturosos pequeñines, ¡con qué amor, con qué ternura,
en otro tiempo Jesús, el Rey del cielo, os bendijo,
y de caricias y besos vuestras frentes jubilosas
él colmó!
De todos los inocentes erais vosotros figura,
y adivino las riquezas y los gozos que en el cielo,
sin medida, a manos llenas,
os dará vuestro Jesús,
Rey de reyes.

Contemplasteis los encantos y las bellezas del cielo,
inmensas e innumerables,
antes de haber conocido las tristezas y amarguras
del destierro,
¡lirios blancos
pequeñitos!
¡Oh capullos perfumados,
en la virgen luz del alba cortados por el Señor...!
El dulce sol del amor que vuestras tiernas corolas un día hizo estallar
¡fue, sin duda, su divino
corazón!

¡Oh que inefables cuidados y qué exquisitas ternuras,
cuánto amor,
oh niños recién nacidos,
os prodiga aquí en la tierra
la Iglesia, que es nuestra Madre!
En sus brazos maternales fuisteis a Dios ofrecidos
como cándidas primicias.
Eternamente seréis del hermoso y azul cielo
las delicias.

Componéis vosotros, niños,
el cortejo virginal que sigue al dulce Cordero,
y podéis cantar también
-¡asombroso privilegio!-
el cántico de las vírgenes
canto nuevo.
Sin combatir ni luchar como los conquistadores,
su misma gloria alcanzasteis:
el Salvador os ganó la victoria y la corona,
¡oh graciosos
vencedores!

No luce en vuestras cabezas luz de brillantes preciosos,
sólo el reflejo dorado de vuestros sedosos bucles,
que a los bienaventurados
embelesa...
¡Todo es vuestro,los tesoros de todos los elegidos,
sus palmas y sus coronas!
En el cielo, sus rodillas son vuestros más ricos tronos,
¡niños santos!

Junto a los angelitos jugáis al pie del altar,
vuestros cantos infantiles, ¡oh encantadoras ras falanges!,
son el encanto del cielo,
¡dulce encanto!
Dios os cuenta cómo hizo los pájaros y los vientos
y las rosas.
Ningún genio hay en la tierra que sepa lo que vosotros,
pequeñines.



Alzando del firmamento el velo azul, misterioso,
cogéis en vuestras manitas las estrellas de mil luces.
Cuando cruzáis el espacio, a vuestro paso dejáis
una hermosísima estela
argentada.
Cuando miro por la noche la brillante Vía Láctea,
me parece en ella veros
a vosotros.

A los brazos de María corréis tras de vuestros juegos,
y escondiendo vuestras rubias cabecitas infantiles
bajo su velo estrellado,
os dormís...
Gusta el inmenso Señor,
¡oh pequeños traviesillos!, de vuestra infantil audacia:
¡os atrevéis a llenar de besos y caricias
su augusta, adorable faz!,
¡qué favor!

El Señor me dio en vosotros, dulces santos inocentes,
un acabado modelo.
Yo quiero en la tierra ser
vuestra imagen,
niños míos pequeñitos.
Ayudadme a conseguir las virtudes de la infancia:
me encanta vuestro candor,
vuestro abandono perfecto y vuestra amable inocencia
cautivan mi corazón.

¡Oh, mi Señor, tú conoces estos ardientes deseos
de mi alma desterrada!
Lirio hermoso de los valles,
para ti segar quisiera lirios henchidos de luz...
Busco y quiero para ti capullos de primavera,
el agua de tu bautismo vierte sobre ellos, Señor,
¡y luego ven a cortarlos!

Quiero aumentar la falange de los santos inocentes,
mi alegría y mis dolores cambio por almas de niños.
¡Oh Rey de los elegidos!,
quiero entre esos inocentes tener también yo mi
puesto:
como ellos quiero besar tu dulce rostro, Jesús,
en el cielo.

Fecha: 28 de diciembre de 1896. - Compuesta: espontáneamente para ella misma. Publicado con el título de «A mis hermanitos del cielo,los Santos Inocentes».

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