jueves

17.principio de angustias

Desde que entró le fue confiada a su hermana mayor, María, para que le enseñara el gran oficio de carmelita. A las tres semanas, con una suave firmeza, Teresa despide a su hermana:

-"Te lo agradezco, pero hoy ya he encontrado el oficio. Me sentiría felíz estando contigo, pero es necesario que me prive de ello, pues ya no estamos en los Buissonnets".

Parece como si mirara "más allá del tiempo". Es la primera en levantarse. Las reuniones la dejan indiferente y pasa sin detenerse.

En su entorno se percibe bien a lo que ella apunta.


Hasta tal punto que se hace fastidiosa con sus esperanzas desmesuradas, sus sueños orgullosos, sus familiaridades con el buen Dios, su manera de creer en que El hace pequeños signos especialmente para ella. Y llega al Carmelo con la pretensión de dar a todo el mundo una lección de silencio, de obediencia, de perfección... ¡espera y verás!

A su alrededor se encogen de hombros. ¡Curiosa santidad! ¿Qué hace de extraordinario? ¡qué orgullo!. Y Teresa no sabe ni explicarse ni defenderse. Nunca le ha gustado hablar. Su Maestra de novicias no la entiende.

"Mis directrices se convertían en un suplicio, un verdadero martirio".

Se burlan de ella, la critican, le gastan bromas.

Luego se presenta el momento en que sus hermanas abandonan el Carmelo de Lisieux por el de Saigón, pero para Teresa no es ésa la angustia más dolorosa ¡hay algo peor!

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