sábado

Una rosa deshojada

Jesús, cuando te veo
que abandonas los brazos de tu Madre,
y tenido por ella,
ensayas,
vacilante,
por nuestra triste tierra
tus indecisos y primeros pasos,
yo quisiera ir delante
deshojando una rosa blanca y fresca,
y así tu piececito posaría
muy suave y dulcemente
sobre una flor.


La rosa deshojada,
¡oh mi Niño divino!,
es la más fiel imagen
del corazón que quiere a cada instante
por tu amor inmolarse enteramente.
Hay muchas rosas frescas
que gustan de brillar en tus altares
y se entregan a ti.
Mas yo anhelo otra cosa:
deshojarme...


La rosa en su esplendor
puede, mi Niño, embellecer tu fiesta.
A la rosa en deshoje se la olvida,
se la tira y arroja
al capricho del viento.
La rosa, deshojándose,
se entrega a cada instante
con ansia de no ser.
Como ella, quiero yo buscar mi dicha
dándome, mi Jesús, del todo a ti.


Se pasa sobre pétalos
de rosa deshojada,
y se pisan sin pena.
Y esos muertos despojos
son un simple ornamento,
dispuestos al azar,
sin arte y sin estudio,
lo comprendo...
Yo prodigué mi vida,
prodigué mi futuro
por tu amor, ¡oh Jesús!
A los ojos profanos de los hombres,
como rosa marchita para siempre
un día moriré...





Mas moriré por ti, ¡oh Niño mío,
hermosura suprema!
¡Oh suerte venturosa!
Deshojándome quiero demostrarte
mi amor,
¡oh, mi tesoro...!
A zaga de tus pasos infantiles,
escondida vivir quiero aquí abajo.
Y aun suavizar quisiera
tus últimas pisadas
camino del Calvario...


Fecha: 19 de mayo de 1897. - Compuesta para: María Enriqueta, del
Carmelo de París, a petición suya.

No hay comentarios: