jueves

18. Luis Martín

Su padre está enfermo. Ese hombre cuya dignidad y cuya majestad serena no había podido alterar ninguna prueba, se ve herido por un mal: poco a poco está perdiendo la cabeza.

Ese hombre que había ofrecido a Dios tres carmelitas. "Es un verdadero patriarca", se decía de él.

La oración y el dominio constante sobre sí mismo lo habían llevado muy alto por los caminos espirituales. Jamás se le había oído una palabra hiriente, un severo juicio sobre alguien. Llevaba una vida de ascetismo.

Este hombre venerado, que vivía "revestido de probidad cándida". Ese nuevo Abraham iluminado por un sacrificio paternal, varias veces aceptado por Dios, tenía en el fondo de su corazón una sombra: estimaba que su mujer había ofrecido su vida a Dios, y sus hijas la juventud. ¿Y él?.

En el locutorio del convento, había comentado a sus hijas:



-"Hijas mías, vengo de AlenÇon, donde he recibido en la iglesia de Notre Dame, unas gracias tan grandes, tales consuelos, que hice esta oración: "Dios mío, es demasiado!. Sí, soy demasiado felíz, no es posible ir al cielo así, quiero sufrir algo por tí. Y me ofrecí a mí mismo...".

Sus hijas habían comprendido, fue bien escuchado.

No hay comentarios: