Al oir hablar a la persona que ella más quería, simula ser felíz. Parece tan felíz como una reina. Papá ríe al verla coger sus regalos con alegría. Aquello es para Teresa el comienzo de una nueva vida. Ha comprendido la verdad, el camino: olvidarse de una misma. Trueno que recuerda a San Pablo.
De golpe se ve liberada para siempre de esa sensiblería, de esa susceptibilidad en donde se refugiaba su orgullo. Le ha bastado con quererlo una vez y todavía no adivina, en aquella noche en que la luz la tocó, todo el esplendor de la revelación. Solo percibe que acaba de descubrir algo desmesurado y más hermoso que todo. Queda impregnada de ello, pletórica de paz y de una serenidad inexplicables.
"La caridad penetró en mi corazón con la necesidad de olvidarse siempre. Y a partir de entonces fuí dichosa..."
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