miércoles

Mi cielo en la tierra

Es tu imagen inefable
astro que guía mis pasos.
Tu dulce rostro, Jesús,
bien lo sabes,
es en la tierra mi cielo.
Mi amor descubre el encanto
de tu rostro embellecido de llanto.
Y a través de mis lágrimas yo sonrío
contemplando tus dolores.

Quiero, para consolarte,
vivir ignorada y sola
aquí en la tierra.
Tu hermosura,
que tan bien sabes velar,
me descubre
todo su inmenso misterio,
y a ti quisiera volar.

Tu faz es mi sola patria,
ella es mi reino de amor,
es mi riente pradera
y mi sol de cada día.
Ella es el lirio del valle,
cuyo aroma misterioso
a mi alma desterrada
en su destierro consuela,
dándole a gustar la paz
de los cielos.

Es mi descanso y dulzura
y mi lira melodiosa...
Es tu rostro,
¡oh mi dulce Salvador!,
el ramillete divino
de mirra, que guardar quiero
prendido sobre mi pecho.



Es tu faz
mi única y sola riqueza,
ninguna otra cosa pido.
En ella, escondida siempre,
a ti me pareceré.
Deja en mí, Jesús, la huella
de tus dulcísimos rasgos,
y muy pronto seré santa,
y hacia ti los corazones
atraeré.

A fin de poder juntar
abundante mies dorada,
con tu fuego quémame.
No tardes, Amado mío,
en darme tu eterno beso.
¡Con tus labios bésame!

Fecha: 12 de agosto de 1895. - Compuesta para: sor María de la Trinidad
(entonces María Inés de la Santa Faz), para sus veintiún años. -

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