lunes

A Teófano Vénard

Sacerdote de las Misiones Extranjeras,
martirizado en Tonkín
a los 31 años de edad.


Mártir angelical, ¡oh Teófano santo!,
los elegidos cantan tus loores,
y en los coros angélicos
el encumbrado serafín se siente
honrado de servirte.
No pudiendo mezclar en el destierro
mi voz con la sublime santa voz de los cielos,
quiero, al menos, tomar mi lira en tierra extraña
para cantar con ella tus virtudes.


Fue tu breve destierro como un canto muy dulce
que supo conmover los corazones.
Tu alma de poeta
hacía, a cada instante, brotar flores,
flores para Jesús.
Y al elevarte a la celeste esfera,
hasta tu último canto
fue un canto juvenil de primavera.
Al morir, murmuraste:
«¡Yo, que soy un efémero,
me voy al cielo azul, voy el primero!»


¡Afortunado mártir, al borde del suplicio
tú gustaste la dicha de sufrir!
Sufrir por Dios te pareció delicia.
Tú supiste vivir y supiste morir
alegre y sonriente.
Cuando el verdugo quiso abreviar tu tormento,
replicaste enseguida:
«¡Cuanto más largos sean mi dolor y mi martirio,
mayor valor tendrán, estaré más contento!»


¡Oh lirio virginal!,
en la plena y hermosa primavera
de tu vivir
escuchó el Rey del cielo tu deseo.
Tú eres «la rosa abierta
que para su recreo cortó Dios».
Ya no estás desterrado,
los bienaventurados admiran tu esplendor.
Eres rosa de amor,
la inmaculada Virgen
de tu aroma respira la frescura.



Apréstame tus armas, ¡oh soldado de Cristo!,
yo quiero aquí en la tierra,
por salvar a los pobres pecadores,
sufrir y combatir a la sombra de tu palma.
Dame tu protección, sostén mi brazo,
por ellos luchar quiero en incesante guerra
y tomar al asalto el reino de mi Dios.
El Señor a la tierra no vino a traer paz,
sino fuego y espada.


Yo amo esa playa infiel,
la que fue blanco de tu amor ardiente:
hacia ella volaría gozosamente yo,
si un día mi Jesús me lo pidiese.
Mas yo sé que a sus ojos se borran las distancias
y el universo entero es sólo un punto.
Mi flaco amor y mis pequeños sufrimientos,
bendecidos por El,
hacen amar a Dios más allá de los mares.




¡Ah, si yo fuese flor de primavera
que cortar pronto mi Señor quisiera!
¡Oh, mi mártir glorioso, te conjuro,
baja del cielo a mí en mi postrer momento!
Que de tu amor las llamas virginales
me abrasen en la vida,
y un día pueda ser yo de las almas
que forman tu cortejo...


Fecha: 2 de febrero de 1897. - Composición espontánea. -

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